Hoy abrí los ojos,
y sentí algo.
fue extraño,
casi como
si, de pronto,
mi corazón helado
se deshiciera en pedazos.
Pero no sentí nada,
no más que
la satisfacción
por dejar de ser humana.
Y pedí un cuerpo de hojalata;
y la sangre inmune, amarga;
Y una vida larga.
Y cuando sentí
el metal por mis venas;
supe que jamás
volvería
a romperme,
a deshacerme
al escuchar tu voz serena;
al rozarme tu piel
sedosa, perfecta.
Que mi corazón
de hierro y estaño,
no sintiera.
Para así
ya no volver
a caerme,
a dolerme,
el que
nunca
me quisieras.
Foto y texto 2014 © Paula Méndez Orbe