que nunca me quisieras

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Hoy abrí los ojos, 

y sentí algo. 

fue extraño, 

casi como 

si, de pronto, 

mi corazón helado

se deshiciera en pedazos. 

 

Pero no sentí nada, 

no más que

 la satisfacción

por dejar de ser humana.

Y pedí un cuerpo de hojalata;

y la sangre inmune, amarga;

Y una vida larga.

 

Y cuando sentí

el metal por mis venas;

supe que jamás

volvería

a romperme,

a deshacerme

al escuchar tu voz serena;

al rozarme tu piel

sedosa, perfecta.

 

Que mi corazón 

de hierro y estaño, 

no sintiera. 

Para así

ya no volver

a caerme, 

a dolerme, 

el que 

nunca 

me quisieras.

Foto y texto 2014 © Paula Méndez Orbe

 

las mañanas rotas

 

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se adormecen todos los tejidos
que envolvían sus sueños
al recordar,
cómo quedan atrás
los momentos divinos
en los que dos bajo las sábanas
se despertaban entre risas nerviosas,
y miradas entrelazadas.

Foto y texto 2011 © Paula Méndez Orbe

promesas extintas

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No somos más que

la piel muerta,

de lo que antes

conocimos.

¿Quién te viste,

qué te sustenta?

Día a día,

nos perdimos

en la niebla infinita

de nuestro escarpado

camino.

Y es que tú y

yo, olvidamos cómo

querernos. Cómo en

el enredo de nuestros

cuerpos vagabundos

fuimos un día eternos.

No me esperes más,

nos separamos.

Se contaminaron mis

huesos en vuestra humareda

del desengaño.

En todas

esas promesas extintas

en los años.

Somos nadie, y nadie

se asfixia. Se hiere,

se extermina.

Nadie cierra los ojos.

Nadie los abre,

y olvida.

Foto y texto © Paula Méndez Orbe