18h32.
Se escapa
un latido.
Tormenta
de alaridos.
Me
aprieto,
me
abrazo
el cuerpo.
El aire
duele.
El frío
araña
mis sentidos.
Ya no sé
hacia
dónde
orientar
mis pasos.
Siento que
me rindo.
Me caigo, Seguir leyendo
18h32.
Se escapa
un latido.
Tormenta
de alaridos.
Me
aprieto,
me
abrazo
el cuerpo.
El aire
duele.
El frío
araña
mis sentidos.
Ya no sé
hacia
dónde
orientar
mis pasos.
Siento que
me rindo.
Me caigo, Seguir leyendo
Una brisa sutil, cercana, acariciando las ventanas. El revoloteo de los pájaros y sus alas adormecidas en el rocío de una noche olvidada. Uno, dos parpadeos. El llanto de un niño abrazándose al sueño eterno. Persianas y más persianas. Un motor poniéndose en marcha. El tacto suave de las sábanas. Respiraciones templadas. Abro los ojos. Seguir leyendo
(https://paulamendezorbe.wordpress.com/2014/06/17/la-ciudad-del-cuento-iv/)
Sobresaltado, abrió los ojos, y se levantó de la cama. Casi sin quererlo miró la hora. Pensaba que la espera sería mucho más larga, pues sólo quedaban cuarenta minutos. Cuarenta minutos de trece días que llevaba esperando. «Ya no queda nada» se decía a sí mismo para tranquilizarse. Preparó las agujas y las pastillitas de colores, dejándolas en la mesilla de noche, apartando todas las botellas de cristal y los papeles arrugados que había encima y arrojándolos al suelo.
Treinta minutos. Se dio una ducha, se afeitó la barba, y se cambió de ropa. Trece minutos. Estaba demasiado nervioso. Intentó permanecer sentado en la cama durante esos trece minutos restantes. Notó como su respiración se aceleraba y como sus piernas comenzaban a temblar. Algo que siempre había odiado, pero nunca había podido evitar.
De pronto, llamaron a la puerta. El corazón le dio un vuelco. Seguir leyendo
(https://paulamendezorbe.wordpress.com/2014/06/11/la-ciudad-del-cuento-iii/)
Y aunque ya no esté a mi lado, sigo escuchando su voz. Mis labios siguen sintiendo los suyos a pesar de que los apartase hace horas. Mi cuerpo siente todavía el calor del suyo. Su presencia. Esa chispa que me mata a la vez que me revive semana tras semana. Martes tras martes. Y no consigo dormir. En realidad no quiero dormir. Temo que al dormir todos mis recuerdos se rasguen, y me queden solamente fragmentos de estos. Y sé que dolería más de lo que ya duele. Seguir leyendo
(https://paulamendezorbe.wordpress.com/2014/05/28/la-ciudad-del-cuento/)
Toco el timbre dos veces y espero como cada martes detrás de la puerta de roble, mientras la observo fijamente e imagino cómo en su interior, Él se dirige sin ganas hasta la entrada para recibirme. Siempre con la misma cara; siempre la misma ropa; siempre arrastrando de la misma forma los pies.
Veinte segundos, la puerta sigue cerrada. Cuarenta segundos. Suspiro. La puerta se abre lentamente. Su rostro sin afeitar me observa desde casi las tinieblas. No dice nada. No sonríe. No me muestra de ninguna manera que se alegra de verme.
En su casa todo está igual que siempre. La alfombra manchada de vino, la mesa todavía cubierta en las migas de ayer. Nos sentamos en el sofá todavía sin cruzar palabra. Me muerdo los labios. No quiero ser la primera en hablar, pero al final siempre soy yo la que cede. Le miro, buscando sus ojos, pero no se encuentran con los míos. Sé que ya no me quiere. Hace algo menos de diez años lo hizo. Me quiso de verdad. Juntos, encontramos la ciudad del cuento, y fue la misma quien hundió nuestra relación, la que hizo que me convirtiese en aquella mujer que le visitaba los martes, con quien tomarse un café y refugiarse a veces entre sus sábanas sucias.
Pero de pronto, en medio de nuestro silencio se oyó reír. Incrédula, le miro. Seguir leyendo